Revista Brasileira de Enfermagem. 01/01/2017;70(4):671-672
Las intensas transformaciones sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales, epidemiológicas y demográficas, en conjunto con las aceleradas innovaciones tecnológicas, han afectado significativamente la vida en sociedad, exigiendo que las personas reflexionen sobre las propias concepciones de la naturaleza humana. Este contexto de transformaciones ha estimulado a los individuos a darle valor a los avances tecnológicos y a la construcción de relaciones humanas más autónomas, globales e inestables, enmarcando una importante dialéctica existencial y sociopolítica en la cual las personas pretenden vivir por el mayor tiempo posible, aunque no aceptan asumir las posibles consecuencias desfavorables.
En dicho escenario hemos experimentado tentativas exploratorias tendientes a vencer los límites propios y naturales que el envejecimiento impone. Tal sentimiento, sumado a la nueva realidad demográfica con un número cada vez mayor de ancianos, ha exigido de parte del sistema de salud medidas inmediatas para responder a las complejas demandas del «ser anciano», en particular, de las que fortalezcan la promoción del envejecimiento saludable. Además de la ampliación de los servicios específicos de salud como extenso programa de promoción y control de la salud a lo largo de todo el ciclo vital, asociado al programa de integración social con perspectivas de ofrecer mejor calidad de vida, es necesario invertir en estructuras de apoyo, soporte a las familias y, sobre todo, en las condiciones de exclusión y discriminación de aquellos más debilitados.
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Las intensas transformaciones sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales, epidemiológicas y demográficas, en conjunto con las aceleradas innovaciones tecnológicas, han afectado significativamente la vida en sociedad, exigiendo que las personas reflexionen sobre las propias concepciones de la naturaleza humana. Este contexto de transformaciones ha estimulado a los individuos a darle valor a los avances tecnológicos y a la construcción de relaciones humanas más autónomas, globales e inestables, enmarcando una importante dialéctica existencial y sociopolítica en la cual las personas pretenden vivir por el mayor tiempo posible, aunque no aceptan asumir las posibles consecuencias desfavorables.
En dicho escenario hemos experimentado tentativas exploratorias tendientes a vencer los límites propios y naturales que el envejecimiento impone. Tal sentimiento, sumado a la nueva realidad demográfica con un número cada vez mayor de ancianos, ha exigido de parte del sistema de salud medidas inmediatas para responder a las complejas demandas del "ser anciano", en particular, de las que fortalezcan la promoción del envejecimiento saludable. Además de la ampliación de los servicios específicos de salud como extenso programa de promoción y control de la salud a lo largo de todo el ciclo vital, asociado al programa de integración social con perspectivas de ofrecer mejor calidad de vida, es necesario invertir en estructuras de apoyo, soporte a las familias y, sobre todo, en las condiciones de exclusión y discriminación de aquellos más debilitados.
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