Revista Brasileira de Enfermagem. 01/01/2017;70(2):231-232
El siglo XX develó el misterio sobre la etiología de las hepatitis virales, identificando cinco diferentes agentes causantes de tales virosis: virus de la hepatitis A (HAV), virus de la hepatitis B (HBV), virus de la hepatitis C (HCV), virus de la hepatitis D (HDV) y virus de la hepatitis E (HEV). Estos virus son responsables de un millón de muertes anuales. El HBV, el HCV y el HDV provocan hepatitis aguda, crónica, cirrosis y carcinoma hepatocelular. A su vez, el HAV y el HEV causan enfermedad hepática autolimitada y, más recientemente, han sido informados casos de hepatitis E crónica en trasplantados. El riesgo de hepatitis fulminante es elevado en mujeres embarazadas.
El desarrollo de la vacuna contra la hepatitis B, en 1981, y su gradual adopción en los países miembros de la Organización Mundial de la Salud ha contribuido a la reducción de tal infección en la humanidad(). Además de la vacuna, la existencia de antivirales para el tratamiento de la hepatitis B crónica ha disminuido la prevalencia de esa enfermedad. El virus de la hepatitis D, por tratarse de un virus defectivo y dependiente del HBV para su replicación y supervivencia en la célula huésped, sigue la misma tendencia declinatoria en los países que adoptaron la vacuna contra el HBV.
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El siglo XX develó el misterio sobre la etiología de las hepatitis virales, identificando cinco diferentes agentes causantes de tales virosis: virus de la hepatitis A (HAV), virus de la hepatitis B (HBV), virus de la hepatitis C (HCV), virus de la hepatitis D (HDV) y virus de la hepatitis E (HEV). Estos virus son responsables de un millón de muertes anuales. El HBV, el HCV y el HDV provocan hepatitis aguda, crónica, cirrosis y carcinoma hepatocelular. A su vez, el HAV y el HEV causan enfermedad hepática autolimitada y, más recientemente, han sido informados casos de hepatitis E crónica en trasplantados. El riesgo de hepatitis fulminante es elevado en mujeres embarazadas.
El desarrollo de la vacuna contra la hepatitis B, en 1981, y su gradual adopción en los países miembros de la Organización Mundial de la Salud ha contribuido a la reducción de tal infección en la humanidad(). Además de la vacuna, la existencia de antivirales para el tratamiento de la hepatitis B crónica ha disminuido la prevalencia de esa enfermedad. El virus de la hepatitis D, por tratarse de un virus defectivo y dependiente del HBV para su replicación y supervivencia en la célula huésped, sigue la misma tendencia declinatoria en los países que adoptaron la vacuna contra el HBV.
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